domingo, 23 de marzo de 2008

Acerca de la delincuencia

Si bien Chile es reconocido como uno de los países más desarrollados de Sudamérica, este hecho sigue dejando inseguridad y alerta entre sus habitantes. Efectivamente, la delincuencia aparece sistemáticamente como una de las principales preocupaciones de la ciudadanía en todos los estudios de opinión pública. Las tasas de denuncias de los delitos de mayor connotación social (robo con intimidación, violación, homicidio y hurto) han aumentado considerablemente en el transcurso de los últimos años. La primera encuesta nacional urbana de seguridad ciudadana reveló que en un 40 por ciento de los hogares alguno de sus integrantes ha sido víctima de un acto delictivo. No es necesario que agregue que esta cifra es catastrófica.

Bueno, ahora la interrogante es: ¿qué hacemos para combatir la delincuencia? Es sabido ampliamente que Carabineros de Chile es, sin lugar a dudas, una de las instituciones fundamentales para el enfrentamiento de ella. Sin embargo, también es el cuerpo más vulnerable y principal afectado. Aunque lo más inquietante de todo es que, a pesar del incremento de vigilancia policial, los resultados contrastan alarmantemente, provocando confusión en los chilenos. Aquí va mi visión sobre la delincuencia y como la siento:

¿Es Chile seguro cuando cada vez que queramos salir de noche, lo tendramos que hacer en auto por terror a que nos asalten en la micro?


¿Es Chile seguro cuando llevamos las cosas bien escondidas cuando caminamos por las calles, por peligro a que un lanza nos robe sin poder perseguirlo?

¿Es Chile seguro cuando se producen 10 ó 15 femicidios mensuales?

¿Es Chile seguro cuando existen violaciones en todos los sectores socioeconómicos del país, así como también la pedofilia y pornografía infantil?


¡Queridos compatriotas y conciudadanos! ¡Hago un llamado para que nos unamos todos juntos para extinguir de una vez por todas este mal abrasador y dejémoslo convertido sólo en cenizas!

¡Luchemos unidos contra este ejército que se expande y conquista a su voluntad y venzámoslo con las armas de la oportunidad y la buena educación!

¡Exiliemos de nuestro territorio, el de los cielos azulados y la majestuosa blanca montaña, a este huésped que es parte de nosotros pero que no queremos en nuestra casa!

Así, y para concluir amigos míos, hacer de nuestra patria un puerto seguro en donde puedan llegar a su destino todos los navíos del progreso y la esperanza.



Sonó medio utópico pero que hueá jaja.

Andrés.

martes, 18 de marzo de 2008

Corrupción en universidades estadounidenses

Quizá crea usted que la sofisticación de los profesores que hacen trampas se incrementa con el nivel de los estudios. Pero un examen realizado en la Universidad de Georgia en otoño de 2001 pone en duda esa idea. El curso de denominaba Principios y Estrategias de Entrenamiento de Baloncesto, y la calificación final se basaba en un examen de veinte preguntas, entre ellas:

¿En cuántas mitades se divide un partido de baloncesto universitario?

a) 1
b) 2
c) 3
d) 4

¿Cuántos puntos suma una canasta de tres pts, en un partido de baloncesto?

a) 1
b) 2
c) 3
d) 4

¿Cuál es el nombre del examen que todos los estudiantes de último curso de instituto deben pasar en el estado de Georgia?

a) Examen Ocular
b) Examen A Qué Sabe la Arena
c) Examen de Control de Virus
d) Examen de Graduación de Georgia

En tu opinión, ¿quién es el mejor entrenador del país?

a) Ron Jirsa
b) John Phelphrey
c) Jim Harrick Jr.
d) Steve Wojciechowski

Si no sabe usted qué contestar a la pregunta final, quizá le interese saber que Principios de Entrenamiento era impartida por Jim Harrick Jr., entrenador asistente del equipo de baloncesto de la universidad. También es probable que le interese saber que su padre, Jim Harrick Sr., era el entrenador del equipo. No resulta sorprendente que Principios de Entrenamiento fuese uno de los cursos preferidos entre los jugadores del equipo de Harrick. Todos los alumnos de la clase recibieron la máxima puntuación.

Poco después, los dos Harrick se vieron revelados de sus obligaciones como entrenadores.


Steven D. Levitt
Breve extracción de su libro "Freakonomics"

sábado, 15 de marzo de 2008

Y qué haría sin ti

¿Y qué haría sin ti,

y tus ojos idos?

¿Y qué haría sin ti,

y tus susurros al oído?

¿Y qué haría sin ti,

y tus cabellos emitidos?

¿Y qué haría sin ti,

y tus besos contraídos?

¿Y qué haría sin ti,

y tus cantos infinitos?

¿Y qué haría sin ti,

y tus sueños incumplidos?

¿Y qué haría sin ti?

Mi vida no tendría sentido.

jueves, 6 de marzo de 2008

A ti


A ti que lees estas líneas, que estás bajando por una de las tantas autopistas de la ciudad en esta mañana de marzo o, tal vez, estás en un vagón del Metro -con la mirada extraviada, como todos los que viajan a esta hora-, o paladeas el primer café y recorres distraído las páginas de este diario, buscando algo que no sabes qué es. A ti, que llevas a tus hijos al colegio y que acabas de no escuchar una pregunta que te hizo tu hija más pequeña, porque estabas pensando en otra cosa. A ti, que acabas de salir de la ducha y te ves un instante en el espejo. A ti, que pasas rápido a mi lado y casi me empujas y no me ves. A ti, que -con apenas 18 años- te levantas con el tedio pegado en el alma y te enchufas al computador para no abrir la ventana de tu pieza que da al jardín. A ti, que miras a tu marido todavía dormir a tu lado, y ves su nuca y su piel gastada, y sientes en el centro de tu pecho un hueco, la sensación de un cansancio del que quisieras huir a miles de kilómetros de ahí. A ti, que estás comprando el pan sin emocionarte con su olor y su temperatura. A ti, que entraste al cajero automático y descubriste que el saldo de tu cuenta era negativo, y sientes miedo, rabia, angustia. A ti, que acabas de dejar a tu niño en la sala cuna y te fuiste sin cantarle esa canción "que a él tanto le gusta". A ti, que acabas de entrar en la oficina y te dispones a iniciar un día igual a todos los días, trabajando sin amor por lo que haces, como pieza de un engranaje que te devora.

A ti quiero agarrarte de la solapa, del brazo -con respeto, pero con fuerza-, a ti quiero detenerte en tu carrera loca y decirte lo que tal vez nadie te ha dicho nunca, porque no se enseña en los colegios ni aparece en los diarios. Yo no soy nadie para quitarte cinco minutos de tu atiborrada y desesperada agenda, soy uno más entre los millones que bajan esta mañana a comenzar un día más en la ciudad. Entonces, ¿por qué habrías de desconectarte de tu "iPod" o apagar tu celular para escucharme? Pensarás acaso que soy un predicador más, un vendedor de seguros, o alguien que quiere robarte a plena luz del día. Sé que me mirarás con recelo, con molestia, con desconfianza.

A ti, que me oyes pendiente de tu reloj, quiero decirte, antes de que desaparezcas devorado por la multitud: "El hombre es desgraciado porque no sabe que es feliz. ¡Eso es todo! Si cualquiera llega a descubrirlo, será feliz de inmediato, en ese mismo minuto. Todo es bueno".

¿Y eso era todo? -me dirás-. Sí, y te digo: todo lo demás, fuera de eso, es nada.

Si te he agarrado de la solapa y te he abordado a esta hora de la mañana de este jueves que escribo es para decirte que eres feliz y no lo sabes. Y que eso que te dije lo dijo una vez un hombre como tú, que se llamó Dostoyevski. Y yo, ¿quién soy para hablarte así, para entrar en tu privacidad y leerte la cita de un ruso que no conoces? Yo soy el muerto. Yo estoy muerto, tú estás vivo.

¿Muerto tú? -me dirás-. ¡Pero si puedo tocarte y verte y oírte!

Sí, pero estoy muerto. Yo me levantaba en las mañanas como tú, prendía la radio como tú, paladeaba un café como tú, miraba distraído las primeras nubes en el cielo, y llevaba a mi hijo al jardín, y no sabía que era feliz, que estaba vivo. No lo sabía, como tú no lo sabes, como no lo saben tantos que no pisan con placer las primeras hojas del otoño, que no se detienen a ver los primeros rayos de luz colarse por la ventana para entibiar la piel del o la que duerme todavía a tu lado.

Pero esto, en realidad, no me lo enseñó Dostoyevksi, sino mi pequeño hijo Clemente, un niño como millones de niños que en este momento son llevados al colegio, un niño que me hizo una pregunta que no escuché una mañana de un jueves como hoy. ¡Eres feliz y no lo sabes! Eso es lo que enseñan los niños que mueren, eso lo aprendemos de un golpe los que morimos con ellos, eso es lo que los vivos como tú no pueden escuchar.


Cristián Warnken, columna en El Mercurio.


Qué notable, estoy sin palabras.